El manojo de pelos que arrastra el agua de la ducha, los que se quedan tenazmente atrapados entre los dientes del peine, los que yacen sueltos en la almohada cada mañana, la imagen que refleja el espejo…. Todo indica que estamos perdiendo cabello. Y no nos resulta indiferente. ¿Pero cuál es la causa? Identificarla es el primer paso para afrontar efectivamente el problema.
Existen múltiples factores que provocan la caída (ver recuadro lateral), pero los casos más frecuentes corresponden a la alopecia de origen hereditaria o “androgenética”. En cualquier caso, es necesario el diagnóstico preciso de un médico especialista para poder implementar el tratamiento adecuado.
La alopecia androgenética o de base hereditaria, aquella que se reconoce por los antecedentes del padre, el tío o el abuelo, es la manifestación más típica y habitual de la calvicie: representa el 98% de los casos. Se presenta con mayor frecuencia entre los hombres, aunque también pueden registrarse en mujeres. Por lo general, afecta únicamente la zona frontal, superior o coronilla, respetando los cabellos de la zona posterior y lateral, que son más duraderos. Es lenta, progresiva e irreversible, de no mediar una intervención médica.
Aunque la ansiedad asociada a la alopecia hereditaria puede alimentar el “circulo vicioso” de la caída del cabello, los casos de alopecia por estrés tienen un patrón típico distintivo: suelen vincularse con algún hecho traumático, aparecen de manera repentina en forma de círculos o medallones (únicos o múltiples) y no tienen una localización específica. En muchos casos tienen una remisión espontánea parcial o total, pero en otras circunstancias se necesitan tratamientos específicos. En todos los casos, es recomendable el control y seguimiento médico.
La irrigación sanguínea es constante y suficiente en cualquier cuero cabelludo. De hecho, la cabeza es una de las zonas mejor irrigadas del cuerpo humano. No existe evidencia científica alguna que indique que la irrigación sanguínea sea motivo de la caída del pelo. Por otra parte, ni la contractura de los músculos de la cabeza ni las pieles de poca elasticidad (demasiado "adheridas al cráneo") interfieren en la circulación regional de la sangre o tienen impacto sobre la llegada de oxígeno y nutrientes al bulbo. Por lo cual todas aquellas intervenciones que pretenden actuar sobre la irrigación, como los masajes capilares, carecen de sustento científico y no están avaladas por las principales sociedades médicas del mundo.
